viernes, 19 de enero de 2007

El Oro negro. "EL CARBON"



LA LLEGADA DE LA MINERÍA


Desde el siglo XVII ya se conocía que en la cuenca central Asturiana, en los valles regados por los ríos Nalón ,Caudal y sus afluentes, la existencia de importantes yacimientos de carbón. Pero no fue, hasta bien avanzado el siglo XIX cuando se empezaron a extraer estos recursos energéticos. En 1855, se crea la escuela de Facultativos de Minas de Míeres, hoy Ingeniería Técnica de Minas y Fabricas.

En el año 1867, comienza la actividad minera a la entrada del valle de Turón, por la que sería mas tarde la compañía Minas de Figaredo.

Mas tarde en 1890, se crea otra compañía minera para la explotación del resto de las concesiones del valle, Hulleras del Turón, Estos hechos marcan un tiempo de inflexión en la historia de Turón, de ser una tierra de labradores y ganaderos desde la noche de los tiempos, se va a transformar en una zona industrial de capital importancia en el contexto económico nacional.

El carbón ( hulla) de estos yacimientos, además de ser el combustible rey de la época, era un elemento básico para la fabricación del hierro y del acero, una vez transformado en Cok, por lo que paralelamente a esta actividad minera, se instalaron dos complejos siderúrgicos, uno en Mieres y otro en el vecino concejo de Langreo.

Estas nuevas industrias trajeron como consecuencia la llegada masiva, desde distintos puntos de Asturias, y del resto de toda España, de gentes, la mayoría procedentes de los campos de Castilla – León, La Mancha, Andalucía. Extremadura, de Portugal, durante los próximos 70 años. Los habitantes del valle en un principio fueron reacios a integrase en esta nueva actividad. En una estadística de 1918 de un colectivo de 2.820 obreros los dos tercios eran foráneos.

En lo referente a la Hueria; dado su aislamiento por las malas comunicaciones, y la lejanía de las minas, no se empezaron a integrar, hasta la segunda década del siglo XX, en la que comenzaron a explotarse concesiones mas próximas , como mina Fortuna y Espinos. Para trabajar en estas explotaciones para un morador de La Hueria, suponía dos horas a pié para ir y otras dos para volver, además de las 8 horas de jornada laboral, soportando la inclemencias del tiempo en el invierno, como la nieve, la lluvia, el frío, con escasa ropa de abrigo y cono único calzado “ Les madreñes “ (1), compartían esta actividad, con la agrícola y ganadera ayudados por el resto de la familia. Esta situación que se iniciaba desde edades tan tempranas, como los trece y catorce años la mantuvieron hasta después de la guerra civil española, ya que en el año 1941, comienzan a explotarse los yacimientos de carbón existentes en La Hueria, y que durarían hasta el año 1973, en el que se cerró la mina.

Conforme esta actividad minera comienza a desarrollarse, el valle y sobre todo su paisaje, va cambiar notoriamente. Las laderas en las dos vertientes comienzan a perforarlas con las innumerables galerías (túneles) en busca del preciado mineral, aparecen enormes escombreras, se trazan nuevos caminos ( en un principio el transporte se realizaba con bueyes), mas adelante comienzan a trazarse vías de tren a lo largo de todo el valle y en distintas cotas, las locomotoras de vapor rugirán sin descanso durante décadas por todo Turón, mas tarde sobre 1970 serían sustituidas por maquinas diesel; el río tomará un eterno color negro desapareciendo su fauna, aparecen los hundimientos del terreno como consecuencia de la extracción; se desforesta importantes áreas de bosque , manteniéndose este deterioro durante algo mas de un siglo. Aparecen las primeras explosiones de grisú(2), los primeros accidentes mortales, las primeras viudas, los primeros huérfanos y seguirá como un goteo constante, año tras año a lo largo del siglo. Se puede asegurar sin temor a error, que fueron casi el millar, los trabajadores muertos por accidente laboral, sin contar los innumerables mineros que quedaron con graves secuelas como consecuencia de los accidentes en el trabajo.

A medida que fueron socavando todas las montañas, también se construyeron cuatro pozos mineros con el objeto de buscar y extraer el mineral por debajo del nivel del río, bajando con estas labores a profundidades que alcanzaron los 500 m: Pozo Figaredo, Pozo S. José, Pozo Sta Bárbara y Pozo Fortuna. Un cálculo muy por encima y a groso modo, sumando todas las galerías que se trazaron en el interior de las minas de este valle, daría como resultado mas de 4.000 Km. lo suficiente como para llegar con un túnel a ciudades como Moscú o Ankara ,capital de Turquía.

Pasada una quincena de años desde el comienzo de la minería, aparece entre los mineros que trabajaban en el interior, la temible “silicosis “,una enfermedad profesional motivada por el sílice en suspensión ,en los ambientes pulvígenos de las explotaciones, que inhalado día tras día y a través de los años , ocasionaba la necrosis de las células pulmonares , produciendo en consecuencia la muerte en edades muy tempranas a un porcentaje altísimo de los mineros. Para combatir esta enfermedad, en un principio por desconocimiento y más adelante por pura desidia, no se tomaron medidas adecuadas, hasta bien avanzados los años 50. Fue entonces cuando se comenzó a mejorar la ventilación en el interior, se empezó a inyectar agua en los tajos de arranque y en los avances de las galerías, se emplearon mascarillas más eficientes, se hicieron controles periódicos de los trabajadores y ante el atisbo de los primeros síntomas de enfermedad se les enviaba a otras labores en el exterior, el resultado fue años mas tarde, la casi erradicación de tal plaga.

Como consecuencia del avance industrial experimentado, aparece una clase trabajadora con unas características propias y una problemática social hasta entonces desconocida. Esta masa obrera que procede del campo, siempre había subsistido en condiciones de estrechez y ahora vendía su esfuerzo a cambio de un sueldo escaso, por tanto su situación económica no va cambiar sustancialmente. Este será el caldo de cultivo del que brotará un espíritu reivindicativo de mejoras salariales cada vez más diáfano que, rápidamente ocasionaría los primeros conflictos sociales. En estos últimos años del siglo XIX, el naciente movimiento obrero, ya se ha apartado de las tesis republicanas – apoyatura filosófica de amplios sectores de la burguesía – y se irá empapando de otras ideas nuevas, de reciente presencia en la región que parecen van mas en línea de sus intereses. Me estoy refiriendo a los modelos anarquista y socialista. Los seguidores de estos modelos se fueron asociando y fortaleciendo, dando lugar al primer sindicato de obreros de la minería asturiana ( SOMA).

(1) – Madreña: Típico calzado de Asturias de madera con tres tacones en la base, dos en la parte de adelante y uno atrás, y con un hueco para el pié en la parte superior, se calza con una zapatilla de fieltro, en épocas anteriores se calzaba con una especie de zapatilla o calcetín grueso de lana, confeccionado artesanalmente, llamado “ escarpín “ Los tacones se refuerzan con clavos de madera especiales de cabeza ancha, o con caucho para evitar el desgaste. Aun se usan en la actualidad en las aldeas, pues son unos buenos protectores del frío y la humedad.

(2) – Grisú: Mezcla del metano que desprende el carbón con el aire, que en proporciones del 4 al 10 %, resulta muy explosiva y son desbastadoras dentro de las minas.

Tenemos ya dos posiciones creadas, por una parte los sindicatos reivindicando mejoras salariales, sociales, de seguridad en el trabajo, reducción de jornada laboral etc... Y por la otra los patronos, tratando de obtener el mayor beneficio posible a sus inversiones. Esto daría lugar a lo largo de las décadas siguientes a un sin fin de huelgas, despidos, manifestaciones en la calle y como consecuencia hambre, penurias y muy poca calidad de vida

Instaurada la segunda república en España ( 1931), con la abdicación del Rey Alfonso XIII, y con el triunfo del Frente Popular ( aglutinación de las izquierdas), tres años más tarde ( 1934) convocadas nuevas elecciones, se instala en el poder la derecha ( CEDA), meses después, en Octubre, tiene lugar el levantamiento armado de los mineros asturianos contra el poder establecido. Este levantamiento revolucionario, fue en esencia un intento de dictadura del proletariado, similar al modelo ruso de 1917.promovido por las fuerzas políticas de izquierda, y con el intento de participación de otras provincias españolas, principalmente Cataluña, que en el último momento se echaron atrás y dejaron solos a los mineros asturianos. Con la llegada del ejercito se sofocó la rebelión en poco mas de 15 días, durante los cuales, en los valles mineros se vivieron atrocidades de todo tipo, asalto a cuarteles de la guardia civil, asesinato de empresarios, curas, frailes, representantes de las derechas y una vez sofocada la rebelión, una represión atroz contra los mineros, con más asesinato y muerte.

Esta inestabilidad política trajo como consecuencia, el levantamiento del ejecito en 1936, al mando del general Franco y la terrible guerra Civil que vivieron los españoles de la época, durante tres largos años.

Un año mas tarde las fuerzas rebeldes tomaron Asturias, y dado que las tesis socialistas y comunistas se habían arraigado en un gran porcentaje entre las poblaciones mineras hubo una represión feroz, con fusilamientos masivos, prisiones, trabajos forzados y un sin fin de calamidades salpicaron a nuestras familias, durante mas de una década, muchos de los derrotados viendo la actitud de los vencedores, se echaron al monte viviendo huidos durante años y con la esperanza de que una vez terminada la guerra mundial, se restableciera el orden democrático. Pero esto no ocurrió y fueron cayendo todos, poco a poco, casi siempre en enfrentamientos con las fuerzas especiales creadas para combatirlos, hasta el año 1952 que cayeron los últimos “ fugaos “.

Terminada la Guerra Civil Española y establecida la dictadura del general Franco, comienza de nuevo la actividad minera, por las gentes que no habían perecido en la guerra y los jóvenes que no habían participado.

Pero ahora en unas condiciones aun peores que años atrás, y sin nada o muy poco que llevarse a la boca, dado que la guerra trajo como consecuencia una gran escasez de recursos nutricionales y durante la misma la gran mayoría de los brazos que trabajaban el campo participaron en ella; fueron especialmente duros los años 40,41 y 42, recordados posteriormente como los años de la fame ( hambre) Fue en 1941 cuando comenzó la explotación de los yacimientos de La Hueria y a partir de aquí la integración de sus habitantes varones, en esta actividad, fue total.

En estos años de posguerra, la necesidad energética del país era acuciante, había que extraer carbón a cualquier precio, la jornada laboral que años atrás había llegado a ser de 7 horas diarias, paso a ser de 10 y en muchas circunstancias de mas, los sindicatos habían desaparecido, los salarios eran irrisorios, las condiciones de seguridad e higiene en el trabajo, mínimas. Esta situación se mantuvo hasta el final de los años 50, que se inicio la lucha contra el régimen imperante, se organizó en la clandestinidad el sindicato de comisiones obreras, ( de tesis marsitas y comunistas) que promovió paros, huelgas hasta de tres y cuatro meses, reivindicando mejoras salariales y sociales y como no, pretendiendo hacer tambalearse el régimen. Este movimiento estuvo apoyado desde Rusia, interesado en la expansión comunista en Europa.

Cuando el capital que financiaba aquí, las empresas mineras, se dio cuenta de que la escalada de reivindicaciones era imparable pactó con el estado el abandono de las minas, se creo una empresa estatal que aglutinó toda la minería de la cuenca central asturiana. Con esta empresa, denominada HUNOSA,( 1966 ) que llegó a tener en su plantilla 26.000 trabajadores, llegaron los años de mejoras salariales, sociales ,de seguridad, de coeficientes reductores para que los mineros accedieran, mucho antes de los 65 años a una jubilación digna, se empezaron a ver los primeros coches conducidos por mineros, se disfrutaban las vacaciones fuera de la provincia ,comenzaron los mineros a poder comprar apartamentos en ciudades como Mieres, Oviedo y Gijón

Por el contrario esta nueva empresa, comienza a aplicar políticas de concentración de plantillas, esto trajo como consecuencia el cierre de las minas de montaña, entre ellas el cierre del grupo de La Hueria en el año 1973. Por otra parte los años de bonanza para el minero seguirían.


Con la muerte del dictador Franco (1975), se instaura en España, la monarquía parlamentaria, esto dio lugar a la aparición de nuevo de los sindicatos de clase, que hasta este momento habían sido sustituidos por un sindicato vertical designado por las empresas. Estos sindicatos representados mayoritariamente por: Comisiónes Obreras, de marcado carácter comunista, y SOMA UGT ( sindicato obrero de los mineros asturianos y la unión general de trabajadores) donde estaban integrados los socialistas. Durante los años llamados de transición al nuevo orden político, estos sindicatos fueron adquiriendo un poder un tanto excesivo de tal forma que la empresa se fue politizando y los criterios en su dirección eran más políticos que empresariales, esta circunstancia y la burocratización excesiva de la misma, con un aumento bochornoso de las plantillas que cumplían las necesidades administrativas, sociales y de dirección dio como resultando el encarecimiento excesivo del coste por tonelada extraida. Esto y las condiciones geológicas del yacimiento, que impedían una mecanización integral del arranque en el interior para mejorar la productividad, llevó al final de los años 80, unos costes por tonelada entre las 28.000 y las 30.000 de las antiguas pesetas, cuando a 50 km. en el puerto marítimo de Gijón llegaban barcos con carbón importado a 6.000 ptas. El déficit anual de la empresa que se vino repitiendo año tras año, llegó a superar en los primeros años 90, la cifra de los 70.000 millones de pesetas. En estos años ya España se integraba en la Comunidad Económica Europea, que comenzó a marcarnos pautas y objetivos a cumplir. Fue el principio del fin, en 1992 llegaron las primeras prejubilaciones que se fueron repitiendo año tras año hasta el momento actual en que la plantilla de aquel gigante estatal no llega ni a los 3.000 trabajadores. Las condiciones económicas de las prejubilaciones fueron ventajosas para los mineros. Consistía en dejar voluntariamente el empleo, percibiendo durante 10 años la misma cantidad neta que en activo, al final de estos 10 años, se pasaba a percibir la pensión correspondiente a cada categoría. Con esta situación los mineros abandonaban la actividad con 47 años, en la actualidad los años de prejubilación pasaron de 10 a 13, dejando la actividad a los 44. No dejó de ser esto, una compra de voluntades para que se aceptara el cierre sin conflicto, dado que el historial reivindicativo de los mineros fue patente a lo largo de mas de un siglo.

Paralelamente a todo lo anterior, el valle de Turón, que en su eje central estaba prácticamente despoblado, al comienzo de la actividad minera, comenzó poco a poco y paulatinamente a poblarse, algunos de los habitantes de las aldeas abandonaban las zonas rurales y construían casas en las cercanías del río y de la única carretera, buscando mejores comunicaciones y servicios, por otra parte las empresas mineras promovían las viviendas sociales, para albergar a las gentes que venían de fuera y a los lugareños menos pudientes. Resultando un rosario de casas, cuarteles y colominas ( viviendas sociales) a lo largo de unos 8 km, a un lado y otro del río y en las primeras estribaciones de las laderas, confundiéndose en ocasiones con las instalaciones de los pozos mineros. Creándose importantes núcleos urbanos: Figaredo, Peñule, Cortina, Cauxal, Santa Marina, Cuadriella, Veguina, Felguera, Lago, Rebaldana, y San Andrés. El punto máximo de población y actividad minera del valle, llegó sobre los años 60, cuando sus habitantes rodaban la cifra de 25.000, de los que unos 3.000 correspondían a la parroquia de Urbiés y, dentro de esta, La Hueria aportaba 400. Los puestos de trabajo directos que la minería generaba en el valle, en esta época, superaban los 8.500. Estos años 60 y la década siguiente fueron los de mayor desarrollo económico y en ellos la mejora en la calidad de vida de los mineros fue patente.

Al comenzar la década de los 80, comenzaron las restricciones en la plantilla minera, las jubilaciones de los mayores no eran cubiertas en la misma proporción con el ingreso de jóvenes en la actividad, aparece el paro, muchas familias mineras empezaron a desplazarse a ciudades como Oviedo, Gijón y Aviles, en busca de empleo para sus hijos. A partir del año 1992, como ya había apuntado, con la aplicación de las prejubilaciones fuimos caminado, hacia el fin de la minería, llegando a los momentos actuales donde son poco más de un centenar los mineros empleados en el pozo Figaredo y con vistas a que en un año se produzca el cierre definitivo. El éxodo de la población en estos años fue importante de tal forma que en la actualidad sean poco más de 4.000 los habitantes del valle.

Ahora me voy a referir a La Hueria y explicar un poco, como fue la vida en este pueblo en los últimos 150 años. Partiendo de la segunda mitad del siglo XIX, que con la desamortización, las familias pudieron con gran sacrificio, hacerse dueños de la tierra que trabajaban. Podríamos establecer unos prototipos de familia que consistían en:

Matrimonio con algún abuelo a cargo, con 4, 6. 8 y hasta 12 hijos, poseedores de vivienda, ´(en muchos casos 4 paredes y techo), horreo, prados, cuadras para el ganado, castañedos ( bosques de castaños), huertas ( tierras de labor), 2 a 6 cabezas de vacuno, algunas ovejas, cabras, uno o dos cerdos y una docena de gallinas. En algunos casos podían disponer de un burro, caballo o mulo.

Algunas familias, disponían de molinos harineros, movidos por las aguas del río (llegaron a disponer de 5 en el pueblo), en ellos se molía el grano del maíz y de la escanda, generalmente eran propiedad de varias familias que la repartían por días de pertenencia. Los vecinos que no formaban parte de esta propiedad, molían el grano a cambio de una parte del mismo ( maquila).

El maíz fue una base importante en la alimentación, se consumía en forma de panes ( boroña) y en una espacie de papilla hecha con harina cocida en agua ( fariñes) o en leche de vaca recién parida ( culiestros), que estaban presentes casi invariablemente en la cena de la familia.

Durante el invierno y hasta el mes de mayo el ganado permanecía estabulado en las cuadras alimentado con la yerba ( hierba seca) que se había recogido en el verano, esto limitaba la posesión de cabezas de ganado, dependiendo de la superficie de prados que disponían y los brazos o mano de obra de la familia. A partir del mes de Mayo, el ganado se subía a las brañas o pastos de montaña, donde permanecían hasta Septiembre, pasaban entonces a pacer ( pastar) los prados que después de la siega en Julio, tenían de nuevo hierba. En Diciembre, se cerraba el ciclo y volvían a los establos.

Con la llegada de la primavera comenzaba la preparación de las tierras para su posterior sembrado en los meses de Abril y Mayo. Se cultivaba, cereal (escanda), patata, maíz, remolacha, alubia (fabes), cebolla, ajo y hortaliza; en Julio y Agosto se segaba ,secaba y recogía la yerba almacenándola en la parte superior de las cuadras (payar) para el invierno, una vez terminada esta labor se recogía el pan ( escanda), después la patata y el maíz seguidamente las castañas, y en Noviembre se sembraba la escanda, ya con la llegada de los primeros fríos se sacrificaban los cerdos, normalmente una pata y un brazo ( jamón y lacón ) así como parte del tocino, después de tenerlos en sal durante varios días se secaban al calor del fuego, para conservarlo con el resto del animal se elaboraban los chorizos, con magro y tocino picados, que una vez amasado con sal, ajo y pimentón se embutía en la misma tripa del cerdo previamente limpia. También se elaboraba otro tipo de embutido (la morcilla) con calabaza, cebolla, manteca de cerdo y la sangre conseguida en el sacrificio del animal. Ambos productos se secaban al calor del fuego de leña, y eran una base importante de proteínas, que incluían diariamente en los potajes. En la actualidad todavía se elaboran.

Todo este quehacer diario donde participaba toda la familia, les alcanzaba para autoabastecerse y poco más, para disponer de dinero en metálico y atender otras necesidades, como el calzado, ropa de vestir, ajuar doméstico, muebles y otros enseres o herramientas, debían de vender los pocos terneros y corderos que producían sus reses, además de las frutas ( cerezas, peras, manzanas avellanas y nueces), en los mercados, del vecino concejo de Langreo o en el de Aller, atravesando las montañas por senderos empinados y escabrosos.

El relativo bienestar que podían disponer dentro de la estrechez en que se vivía, estaba muy condicionado por la climatología, que los años que no era favorable, daba al traste con las cosechas y aparecía la escasez de recursos incluso el hambre. No todas las familias eran lo suficientemente pudientes en cuanto a posesión de fincas y existían casas que solo disponían de una vaca o dos de las que vivir o bien con hijos en edades tempranas, faltaba el brazo fuerte del padre, era el mínimo de lo mínimo.

Con estas condiciones de vida, no es difícil comprender como algunas de las gentes de este pueblo, tomaron la determinación y el riesgo de buscar otros horizontes y depositaron toda su esperanza de mejora, en la emigración a tierras Americanas. Y ya desde finales del siglo XIX y principios del XX, existen ejemplos de tal emigración, tomando como destino Argentina y Venezuela, hasta incluso los años 50, que se dieron los últimos casos.

Estas gentes vivieron un tanto al margen de los acontecimientos y avatares de la historia, debido a su aislamiento, lejanía y malas comunicaciones con los principales núcleos urbanos. A los que se desplazaban cuando no había mas remedio, para inscribir a sus hijos en el juzgado, o para legalizar escrituras de compra o venta de fincas en el registro de la propiedad, en el partido judicial de Lena primero y Mieres mas tarde.

Por otra parte este aislamiento hizo que fuese una comunidad con cierto grado de autosuficiencia y dominaban todos los oficios artesanales que en cada época eran necesarios, como carpinteros, herreros, canteros, zapateros, hasta disponían de un telar mientras fue necesario para fabricar sus mantas de lana de oveja. Siempre existía el hombre o mujer con la suficiente sabiduría como para atender un traumatismo, parto, heridas u otro tipo de problemas, conocedoras a fondo de la herboristería para el alivio de dolores y enfermedades menores. Cuando estas eran graves, la complicación era evidente, pues la lejanía del médico, su traslado andando o a caballo además del coste económico que algunos no podían afrontar, dilatavan en el tiempo su prestación, que hacía que en la mayoría de los casos no llegase o fuese tarde.

Tenían estas familias una arraigada fe católica, desplazándose los Domingos a misa hasta Urbíes, allí enterraban a sus difuntos, los transportaban a hombros acompañados en procesión por la gran mayoría de sus vecinos. En el año 1850 construyeron su primera ermita dedicada a la Virgen de los Remedios, subvencionada por un vecino del pueblo, Simón González, que había emigrado a la ciudad de Cartagena. Pero si querían oir misa tenían que seguir acudiendo a Urbíes, pues los párrocos de turno, solo subían en contadas ocasiones, a dar las confesiones de Pascua y en la celebración de la fiesta a la Virgen, el 24 de septiembre. Sobre 1956 hubo un sacerdote que empezó a subir a caballo todos los Domingos y fiestas a decir misa.

A mediados del siglo XIX se ordenó sacerdote D. Fermin González nacido en este pueblo,los últimos años de su vida regresó y celebraba la misa a diario. En aquellos años cuando un joven quería tomar los hábitos se anunciaba en el pórtico de la Iglesia, para que familiares y vecinos contribuyeran a su formación, con la donación de parte de sus propiedades.

También tenían tiempo para la diversión, al son de la gaita y tambor, el acordeón y la pandereta, preparaban sus fiestas para divertimento de los jóvenes y de todo el pueblo, tenían su propio folklore en cuanto a baile y canciones. En el verano se preparaban romerías en las montañas, donde acudían jóvenes, de ambos sexos, de los pueblos circundantes pertenecientes a los concejos limítrofes, esto hizo que los emparejamientos o matrimonios entre ellos fuera muy habitual, que vino a mejorar nuestra genética, ya que en los inicios de este pueblo las familias estaban muy emparentadas. En épocas mas cercanas, ya se hacían bailes en locales donde se vendían bebidas,( chigres o tabernas) y este intercambio se siguió practicando, algunos de los jóvenes varones seguían buscando pareja en los pueblos colindantes y a la inversa otros nos visitaban con el mismo propósito.

La enseñanza a los niños, comenzó en este pueblo en el año 1859, con algunas lagunas en el transcurso de los años, y se mantuvo hasta 1988, que dada la escasez de escolares resultaba más económico transportarlos a otros centros en la parte baja del valle, para entonces ya se contaba con carretera. Con la llegada de la minería, en 1941, la propia empresa construyó en el pueblo una nueva escuela para chicos y otra para chicas, con vivienda para los maestros y subvencionando ella misma los salarios de los docentes. Los niños permanecían escolarizados, desde los 7 a los 14 años, compartiendo esta, con labores que ya desempeñaban en las tareas cotidianas de la familia. La ilusión de estos jóvenes era continuar el modo de vida de sus padres y más tarde la de ser mineros, en el caso de los varones. A pesar de toda esta mentalidad hubo 5 casos de jóvenes que lograron títulos universitarios. En los años 50 un chico que estuvo varios años en el seminario, logró licenciarse en derecho, en los años 60 otros dos, entre los que me incluyo pudimos obtener el título de Ingeniero Técnico de Minas, con mucho sacrificio personal y económico de nuestros padres. Para poder estudiar el bachiller que era el paso previo para acceder a la universidad, durante 5 años nos desplazábamos diariamente, una hora andando por senderos y caminos hasta Urbies, donde un autobús de línea nos llevaba hasta el colegio, en donde se impartía tal disciplina, regresábamos a las 9 o 10 de la noche. Una vez terminado el bachiller, comenzamos los estudios en la escuela de minas en Mieres y como los recursos económicos de los padres no daban para hospedaje, matriculas y otros gastos había que ganarse un sueldo, por lo que compartimos el trabajo como mineros y las clases diarias en la escuela. Años mas tarde tres hermanos se licenciaron, uno en derecho, otra en sicología y otro es especialista de corazón, nº 1 en su promoción. En estos tres casos, ya sus padres les podían costear los estudios en la universidad de Oviedo, ayudados por las becas que el estado les concedía.

Como había apuntado en páginas anteriores el punto máximo de desarrollo del pueblo llegó sobre los años 60, cuando sus habitantes superaban la cifra de 400 y los niños escolarizados rondaba los 60, al final de estos años llegó, la señal de televisión, la carretera, disponiendo de una línea regular de transporte hasta la capital del municipio, en Mieres, Comenzaron a comprar coche las gentes, se instaló agua corriente en las casas, mejoraron la habitabilidad de estas. Pero años después, terminado el año 1973, llegó el cierre de la explotación minera, ya entonces los mineros tuvieron que volver a desplazarse para trabajar a los pozos de la parte baja del valle, pero a diferencia de épocas anteriores ahora lo hacían en autocares o en coche.


A partir de aquí, paulatinamente se fue reduciendo la actividad agrícola- ganadera, que hasta entonces compatibilizaban con la actividad minera, las familias ya podían vivir de la minería, y las jubilaciones cuando llegaban si no había hijos a cargo, daban para poder subsistir, las parejas jóvenes comienzan a abandonar el pueblo e instalarse en Mieres, Oviedo y Gijón, buscando mejor calidad de vida y educación para sus hijos, cuando llegaron la primeras prejubilaciones en 1992, se acentúa el éxodo, llegados a los tiempos actuales las casa habitadas en el pueblo son 18 y 38 sus moradores que en su gran mayoría están entre los 70 y 80 años de edad, aunque los fines de semana y especialmente en el verano, los lugareños que están asentados en las ciudades y que mantienen aquí su casa, llegan a mitigar la soledad que reina, paradójicamente se vendieron algunas casas a gentes de las zonas urbanas, que la utilizan como recreo los fines de semana y Verano y tres de ellas se están utilizando para turismo rural. Puede que esté en esta actividad la salvación del pueblo, de lo contrario cuando desaparezcan las gentes que lo habitan ahora, la vegetación se encargará de ocultar para siempre, los prados, huertas y huellas que dejó la minería.

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